Miray Ahmet fue retirada de los escombros 7 días después del terremoto de Turquía. Sin agua, comida y con oxígeno limitado, la mujer consiguió sobrevivir.

La mujer de 45 años fue rescatada de los escombros de un edificio de diez pisos en la provincia de Gaziantep, al este de Nuidagi, y permanece estable tras los cuidados médicos recibidos. Después de 150 horas sepultada bajo toneladas de escombros, esta mujer consiguió sobrevivir a una situación aparentemente inhumana.

El pasado lunes, 6 de febrero, parte del territorio turco y sirio fue sacudido por un terremoto de magnitud 5,5. Esto provocó la caída de miles de edificios a lo largo del todo territorio afectado. Uno de esos edificios, por desgracia, fue en el que vivía Miray Ahmet, junto a su marido y sus dos hijos. De su familia no se ha hallado rastro, pero las unidades de ayuda siguen trabajando para seguir rescatando gente de los escombros.

A las 4:17 de la mañana del lunes, la vida de Miray cambiaría para siempre, sin ella ni siquiera saberlo. No contamos con la versión de la historia de la protagonista debido a sus circunstancias, pero basado en su atuendo, se puede deducir que estaba en la cama cuando comenzaron los terribles acontecimientos.

Gracias a las declaraciones del portavoz de la Unidad de Emergencias y Respuesta Inmediata de la Comunidad de Madrid, Pablo Carrero, se puede tener una visión más clara de lo ocurrido en el rescate.

La voz de alarma fue dada por un trabajador de la construcción que creyó escuchar un grito de auxilio bajo los escombros. Su primer instinto fue pensar que su cabeza estaba al borde del colapso por todas las imágenes que habían llenado sus ojos de lágrimas los pasados días, y que ese grito no era más que un fruto de su imaginación. Pero ese pensamiento fue interrumpido por otro grito, esta vez más fuerte. Aquello estaba ocurriendo de verdad. Acto seguido dio el aviso a las autoridades, que poco después se presentaron en la escena.

El portavoz del equipo de rescate se acercó al trabajador, no sin antes observar la imagen demoledora que se encontraba ante sus ojos. Una montaña creada a base de trozos de cemento completamente resquebrajados. Un montón de artículos de uso cotidiano tales como lavadoras, camas o incluso juguetes desparramados por el suelo, como si de trozos de confeti se tratasen.

Parecía que el terremoto quería celebrar el mal que había causado. Una imagen, que, sin duda, vivirá en la memoria de muchos para siempre.

Aunque no había tiempo para lamentarse, ya que, los segundos en esa situación valían incluso más que el oro. Con la ayuda del trabajador, Carrero y su equipo tuvieron una idea de dónde estaba situado el cuerpo, para así, empezar la misión de rescate que tras mucho esfuerzo daría resultado. Dos horas después, Miray yacía sobre una camilla, inconsciente, pero viva.

El silencio sepulcral que había durante la misión de rescate, para poder percibir el más mínimo sonido, se rompió al ver la imagen de la mujer a plena luz del sol. El éxito se celebró como si se hubiese encontrado agua en el desierto.

Todos los presentes se miraron entre ellos con los ojos llenos de esperanza. Todavía era posible salvar a más gente. Todavía es posible sacar a gente de los escombros. Aunque si el gobierno turco decide que es hora de introducir la maquinaria en las partes afectadas de las ciudades, puede que esa esperanza de seguir salvando vidas se vea cortada de raíz por un sentimiento de no haber hecho lo suficiente. Creen que ya es demasiado tarde para que alguien siga vivió bajo los trozos de edificio, pero Miray demuestra que no.

Pequeñas historias como esta hacen plantearse el aguante del ser humano ante situaciones que parecen mortales. Esto da esperanza a las personas que siguen en busca de sus seres queridos y hace dudar de la iniciativa del gobierno turco. Puede que haya personas esperando a que sus gritos de auxilio sean escuchados, aunque con el ruido de la maquinaria difícilmente serán oídos.