Gabriel García Márquez es uno de los mayores exponentes de la literatura, tanto en Latinoamérica como en el resto del mundo. Ha cultivado cantidad de estilos diferentes en sus escritos, siendo unos textos periodísticos y otras novelas de ficción que se pueden encuadrar dentro del movimiento del Realismo Mágico. Nacido en Colombia, Gabriel García Márquez empezó sus estudios en Derecho, lo cual le avivó todavía más su amor por la literatura y las letras. Cuando la Universidad de Bogotá cerró debido a los disturbios del 48, García Márquez empezó a trabajar de periodista, convirtiéndose en una de sus mayores pasiones. Entre sus obras más destacadas se encuentra Amor en los tiempos del cólera la cual fue aclamada por la crítica y traducida a muchos idiomas o “Crónica de una muerte anunciada” novela que le otorgó el Premio Nobel de Literatura en el 81. Gabriel García Márquez jugó muy bien con la línea entre lo literario y lo periodístico, pero nunca sin traspasarla. Ha sabido añadir entretenimiento a historias que ocurrieron de verdad. Ha sabido poner literatura a las historias reales que el autor ha decido contar.

Uno de estos casos ocurre con Relato de un Náufrago. En este libro, Gabriel García Márquez relata la historia de Luis Alejando Velasco, un hombre que, tras el naufragio de su destructor que se dirigía a Colombia, se vio obligado a sobrevivir 10 días en el mar. Se trata de una historia real que acaparó la prensa durante semanas en Colombia, y el hecho de que Luis Alejandro sobreviviese enloqueció al país. Se volvió famosos de la noche a la mañana, siendo bombardeado con entrevistas y contratos publicitarios. Pero al final la historia se quemó por sí misma, acabando totalmente olvidada. Cuando este relato ya parecía provocar urticaria a quien la escuchase, Gabriel García Márquez decidió volver a contarla, pero de manera distinta. Cogió todos los recuerdos que Luis Alejandro le contó en largas citas de entrevista y la plasmó en este libro. Todo está narrado en primera persona, como si la voz de García Márquez hubiese sido cedida a Luis Alejandro Velasco. Y en parte es así. El autor lo cuenta como si lo hubiese vivido en las propias carnes, pero en realidad, sólo conoce la historia desde lo contado por el protagonista. Por eso, en el libro se ha construido en base a una doble vertiente, donde Luis Alejandro pone la experiencia y Gabriel García Márquez pone la literatura. Esta relación funciona bien, pues se hace una especie de crónica donde todo es veraz, y la invención que normalmente va de mano de la literatura no se ve, porque no está. Pero a la vez se trata de un texto bien redactado, con un sentido lógico en su transcurso y que se adentra dentro de los propios pensamientos de Luis Alejandro de una manera muy literaria.

A lo largo de la narración se hace uso de varias herramientas que ayudan a seguir un hilo conductor de lo que está ocurriendo. No olvidemos que se trata de una historia muy difícil de contar. Un solo personaje, un solo escenario y un solo objetivo. No se trata de algo que se cuente solo. Es difícil mantener el interés, aunque Gabriel García Márquez lo consiga sin que parezca que le supuso ningún tipo de esfuerzo. No se trata de una historia donde haya un clímax narrativo, ni una gran relación de amor. Simplemente se relata cómo un hombre estuvo a la deriva en el mar durante 10 días. Nada más. Y, aun así, Gabriel García Márquez hace que el lector parezca no haber visto el mar en su vida, como si todo fuese nuevo, gracias a la literatura que es capaz de añadir al relato.

El libro está dividido en 14 capítulos, que a su vez están divididos en pequeños subcapítulos titulados con lo más importante que se narra dentro de este. De esta manera, al lector se le hace algo más fácil enfrentarse a la novela, porque al ser todo el rato la misma dinámica, los mismos pensamientos, el mismo escenario y la misma persona, es normal que este acabe por perderse entre las palabras. Pero el autor lo impide con esta sucesión de capítulos, dejando de manera muy clara lo que ocurre.

Aunque los capítulos no son la única manera en la que García Márquez consigue dar continuidad al relato. Como ya he dicho se trata de una historia muy difícil de contar debido a su monotonía y su repetitividad. Pero hay ciertos elementos que ayudan a dar linealidad y a relacionar unos capítulos con otros, creando una historia unida de principio a fin. La primera herramienta que se pone en uso son los presagios. Al principio del texto, Luis Alejandro Velasco tiene sentimientos de que algo malo va a ocurrir en su viaje de vuelta en el destructor. Tiene que cruzar el Mar Caribe con sus compañeros de embarcación, y aunque nunca haya pasado nada a bordo de este barco, siente miedo por primera vez al mar. Habla de una película que ve en el cine poco antes de zarpar donde se habla de un accidente marítimo, y esta idea se le mete en la cabeza y no le abandona hasta que empieza a vagar como náufrago. Estos presagios son muy recurrentes y ayudan a dar una especie de continuidad al relato. Se va preparando al lector para el momento del hundimiento a través de las ideas que tiene y relata Luis Alejando, como por ejemplo que esté intranquilo o que sienta mareos, aunque él nunca se manera. Y aunque el parte meteorológico no muestre ninguna anomalía, el protagonista sabe que algo malo va a pasar.

Esta última frase la enlazo con el hecho de que todo lo que ocurre fuera, en el contexto, lo relaciona seguidamente con un aspecto interno del protagonista. Con esto me refiero a que, todos los estímulos externos que se relatan los enlaza con sentimientos o pensamientos del propio protagonista. Ejemplo de esto es cuando en el momento del naufragio, sobre la página 36, afirma que “Como después de cada ola grande, yo sentía primero un gran vacío y después un profundo silencio”. Relata la manera en la que se siente a través de una metáfora de una ola que golpea a la embarcación.

Por ello, los sentimientos y pensamientos del protagonista son otra piedra angular del libro. En casi cada página se menciona lo que está ocurriendo dentro de su cabeza. Es cierto que se van relatando las pequeñas cosas que ocurren alrededor de Luis Alejandro, como por ejemplo la visita de los tiburones siempre a la misma hora, el hecho de que cace y se coma una gaviota, o que aparezcan varios aviones que supuestamente venían a salvarlo. Pero todo esto queda también reflejado en la manera en la que el protagonista se siente o lo que piensa a raíz de lo que ocurre a su alrededor. Estos pensamientos, como era de esperar, son bastante caóticos. Salta de uno a otro como si estuviese en una montaña rusa constante. Sintiendo gran alegría y al poco tiempo gran desasosiego. Hay muchísimos cambios de humor repentinos a lo largo de la historia, los cuales quedan patentes a través de la especie de monólogo interior que compone todo el libro. Y estos cambios de humor tan repentinos hacen que muchas de las palabras resulten incoherentes hasta tal punto que lo dicho en una página es contradicho a las pocas líneas. Por ejemplo, el hecho que más me impactó es que se pasa 10 días en el mar y cuando por fin avista tierra tiene miedo de llegar a esta. En la página 81 afirma que “Mi terror cambió de dirección: ahora no tenía tanto miedo al mar como a la tierra”. Pero no se queda solo ahí. A las pocas páginas, en la 83 para ser exactos, afirma que siente “verdadera desesperación” para luego, en la misma página decir que “sentía una terrible alegría” causada por el avistamiento de gaviotas que indican que la tierra estaba cerca. Esto también se puede unir con el hecho de que ahora tenga miedo a la tierra, y aun así siente una terrible alegría por estar cerca. Como se ve, el protagonista parece perder la cabeza debido a la soledad del mar durante esos 10 días, haciendo que su cerebro no pueda pensar con claridad.

Aunque la locura no solo queda limitada al cambio de humor constantes en las distintas páginas. Luis Alejandro Velasc o también tiene ciertos momentos de locura donde sufre alucinaciones. Sobre todo, por las noches, le va a visitar, como afirma él mismo, uno de sus compañeros que murió en el accidente del barco que tripulaba, Jaime Manjarres. “Al principio fue un sueño” afirma el protagonista, aunque luego se dedica a tener conversaciones con él. Dice que no siente miedo, y por eso mismo no cree que fuese una alucinación, si no que Jaime estaba ahí presente con él. Pero cuando llega el día, estas alucinaciones desaparecen, como si nunca hubiese existido.

También se puede considerar el tiempo como un activo bastante notable en la historia. Sobre todo, después del accidente del barco. Luis Alejandro no para de mirar al reloj una y otra vez, como si en ese momento los minutos que transcurren tuviesen algún tipo de importancia. También durante su primera noche, afirma que ese reloj que lleva en la muñeca es su única compañía en la inmensidad azul. Solo tiene su reloj y el paso del tiempo como compañía. Me parece lógica esa obsesión por los minutos transcurridos, ya que debido a la gran incertidumbre que rodea al protagonista es normal que busque una constante que le pueda acompañar. La hora sigue siendo igual para todos, tanto para él a la deriva como para las personas que están en tierra firme. Por eso se da mucha importancia a la hora que es en casi cada párrafo. También es una manera que puede que haya empleado Gabriel García Márquez para ayudar a dar cierta continuidad al relato. Repitiendo esto, al lector también le queda más clara la sucesión de acontecimientos que al final acaban siendo muy repetitivos. De esta manera, tanto el protagonista como el lector de la obra tienen a algo que atenerse para no perderse.

Otro de los activos que son muy recurrentes en el libro es la idea de la muerte. Luis Alejandro no solo convive con la hora y los cambios de humor repentinos. También tiene la suerte o la desgracia de compartir su tiempo con la idea de la muerte. El protagonista se pasa toda la novela cambiando de opinión acerca de esta, deseando morir en unos momentos y en otros dando gracias por seguir con vida. Una de las frases que me impactó y me hizo reflexionar sobre el tema de la muerte que estaba constantemente en la mente de Luis Alejandro fue la de “Llevaba 7 días de muerte”. En el séptimo día el hambre y la sed empiezan a pesar cada vez más, y el protagonista empieza a coquetear con la idea de morir. En ese momento es todo lo que quiere, por lo menos hasta que cambie de opinión. Pero esa frase puede que vaya algo más allá. Si que hace referencia a que el protagonista ha podido ir muriendo lentamente durante esos 7 días a la deriva, pero también me dio la sensación de que llevaba siete días de muerto porque nadie sabía que estaba allí. Es como la paradoja del gato y la caja, donde si crees que no hay un gato dentro de la caja no existe, está muerto. Esto, en mi ponían le pasó al protagonista, acostado en una balsa en mitad de la nada, sin que nadie supiese que estaba allí. Estaba muerto, aunque siguiese respirando.

Por suerte o por desgracia para Luis Alejandro, sigue vivo cuando por fin alcanza tierra firme. Y aquí, la historia lejos de acabar, continua ya que sigue siendo un náufrago a la deriva, solo que el escenario ha cambiado. Consigue llegar a una playa que no sabe localizar en un mapa, y acaba en una casa desconocida sin saber muy bien cómo llegar hasta su hogar. Hablando de locura, el protagonista afirma que fue cuando llegó a tierra cuando empezó a sentir que se volvía loco. En el mar, pensaba que no estaba loco. En la página 150 dice “no tuve en ningún momento la sensación de que me volviera loco, la tuve por primera vez esa mañana”. Es una afirmación muy interesante, pues, pone de manifiesto que cuando por fin alcanza su objetivo, la tierra, es cuando empieza a sentir locura dentro de sí. Como si el tener la meta tan tan cerca fuese lo que le hacía perder la cabeza. Se había imaginado tantas veces ese momento, que cuando por fin consiguió desplomarse encima de la arena de la playa fue cuando empezó a convivir con la locura.

Ya en el final del relato, el protagonista hace una de las reflexiones más interesantes de todo el libro. Cuando el náufrago llega por fin a su lugar de origen, en Colombia, se encuentra con un furor desmesurado por su historia. Todo el mundo quiere saber lo que ha pasado, y empieza a ser considerado como un héroe. Él sigue sintiéndose igual que antes, como una persona que simplemente tuvo que sobrevivir a una situación que le fue impuesta, y por eso afirma que “el heroísmo fue no dejarme morir”. En realidad, él no hizo un esfuerzo por ser héroe, pero acabó por ser considerado como tal. Afirmaciones como “yo no podía hacer otra cosa” O “Si hubiera tenido facilidad estaría tan vivo como ahora, pero no habría sido tratado como un héroe” plasman un poco la incredulidad que Luis Alejandro siente ante esta situación. El no buscaba la fama, solo seguir con vida. Además, afirma que él sigue siendo el mismo, y los que han cambiado en realidad el resto de la gente, que le mira como si fuese un bicho raro. Como si él no hubiese cambiado nada tras sus 10 días en el mar y es el resto del mundo el que ha cambiado su percepción sobre él. Es interesante ver que el protagonista piensa que en realidad el entorno ha sido el que ha cambiado, cuando en realidad, ha sido lo único constante durante la novela. Su casa permanecía inmóvil, esperando su llegada sin hacer nada por rescatarlo. Fue él el que se movió en la balsa y luego sobre tierra firme para llegar de nuevo. Pero cuando llega, piensa que los que han cambiado son ellos.

Relato de un náufrago es una historia que asombra por su sencillez. No ocurre nada que cambie el rumbo de la narración, simplemente García Márquez nos relata de manera cronológica y clara los acontecimientos que Luis Alejandro Velasco vivió en sus 10 días en el mar. Al tratarse de un hecho real, esta historia estuvo sujeta a muchas dudas. Es cierto que Colombia se volcó con Luis Alejandro convirtiéndolo en un héroe, pero fueron muchos los que pusieron en duda la veracidad de esta historia. Esto inspiró la última línea del libro: se afirma que “algunas personas me dicen que esta historia es una invención fantástica. Yo les pregunto: entonces, ¿qué hice durante mis 10 días en el mar?”. Esta es la manera en la que Gabriel García Márquez decide exponer el punto final al transcurso de los hechos. Con esa pregunta, deja abierto el hecho de que, tampoco parece que le perturbe mucho la duda ajena. Como si, aunque no hubiese manera de demostrar que todo lo ocurrido es verdad, fuese cierto, sin necesidad de demostrar en ningún momento la veracidad de lo contado. Es un gran final para una gran novela.